
De todos modos, ese detalle no mermó para nada la diversión en mi viaje y la fascinación por Nueva York con todo y sus ríos de gente.
Hace poco me sentí muy identificada con una cuenta que sigo en Instagram, que decía que Nueva York no es para caminantes lentos ¡y es totalmente cierto! Sobre todo en la Quinta Avenida donde todos van como si trajeran rieles.
Yo considero que camino rápido, pero después de unos días de estar allá y haber recorrido unas decenas de kilómetros, de pronto sentí que esas olas de gente me llevaban más rápido de lo que yo quería caminar, así que me subí unos minutos a unas escaleras justo en la esquina de la 53th St y Fifth Avenue y me aparté un momento de esa vorágine.
Estuve ahí tomando algunas fotos y no de algo en particular, sino de la avenida, de las personas al pasar, de los camiones. Los escalones estaban vacíos cuando llegué, pero pronto se convirtieron en punto de reunión de varias personas.
Involuntariamente escuché una que otra conversación y es que estuve ahí casi diez minutos, pero en ese corto lapso de tiempo, se paró una familia junto a mí a decidir dónde ir y ponerse de acuerdo, porque al parecer unos querían hacer una cosa y otros, se empeñaban en ir en dirección opuesta. Después, un grupo de turistas asiáticos (a ellos no les entendí mucho…) también subieron esas escaleras y parecían estar viendo una aplicación del celular.
También un fotógrafo decidió irse justo al peldaño debajo de donde estaba yo a cambiarle el lente a su cámara y ponerle un transmisor en la zapata; más tarde, un grupo de adolescentes a los que también les latió ese espacio, se pararon un rato ahí para mirar hacia arriba y para todos lados.
Me gustó ese pequeño respiro. Creo que en la ciudad donde vivo no lo he hecho nunca eso de parar-para-ver. En cierta forma al viajar puedes darte esos pequeños lujos. Observar un poco más… tal vez de espiar furtivamente a un grupo de personas que se cruzan en el mismo espacio y tiempo contigo y, aunque son absolutamente desconocidas, ahora también ya forman parte de tu viaje.
El Oculus
Por fuera, es como un ave levantando las alas y por dentro como una moderna caverna de líneas curvas de acero y mármol blanco. Así es el Oculus de Manhattan, una estación de metro super sofisticada.
El arquitecto valenciano Santiago Calatrava fue quien diseñó este centro comercial y estación subterránea con una estructura ultra moderna que representa el renacer de la Zona Cero.
Pero el Oculus causó polémica desde su inicio y hasta la fecha. El arquitecto Calatrava y su paloma “a punto de emprender el vuelo”, como él mismo la define, ha contado con opiniones favorables y muchas en contra, por el costo multimillonario de la obra (4 mil millones de dólares de fondos públicos) y 12 años de construcción a cuestas.
Hay un acceso directo desde el One World Observatory hacia el Oculus y de inmediato, esta gigante escultura arquitectónica impacta desde ángulos diferentes.
Las dimensiones y el espectáculo visual entre las luces de los aparadores y publicidades conviven con la estructura de interminables líneas inmaculadas que contrastan con los apresurados transeúntes que van al mall o hacia alguna de las once líneas de metro que conecta esta monumental estación.
Se le ha comparado con el esqueleto de un dinosaurio, con conchas de almeja… ¡hasta con Pokemon le han visto semejanza! Pero yo prefiero ver al Oculus como una imponente Ave Fénix levantando el vuelo y resurgiendo de las cenizas.
Una Piccola Cucina
Tengo que decir que me gusta Trip Advisor y lo uso bastante, especialmente cuando estoy de viaje y en esta ocasión fue gracias a esa aplicación que llegamos a Piccola Cucina, un restaurante italiano en Soho que la verdad nos gustó mucho, pero si es súper chiquito, tal como su nombre lo dice.
Medio muertos de hambre a deshoras porque no era la hora del almuerzo ni de la cena en Estados Unidos, serían más o menos las 5 de la tarde, y queríamos encontrar algo que estuviera cerca de nosotros y obviamente, que las opciones de la comida fueran buenas. Encontramos este lugarcito de comida italiana que no nos decepcionó. El servicio bastante veloz y aunque no teníamos reservación logramos tomar la única mesa que estaba desocupada.
En marzo, Nueva York aún es demasiado frío y entrar a un lugar calientito, acogedor y con buena comida y bebida es un super plus. Nos queríamos devorar la carta entera pero nos fuimos a lo seguro con ensaladas y pastas. Entre la emoción de estar en Nueva York, la platica y los planes por delante, se nos fue pasando el tiempo pero nos dimos cuenta que la hora pico había llegado, porque el restaurante ya estaba a reventar y seguían llegando muchísimas personas que querían cenar ahí.
A algunas de plano las mandaban a otro local, al parecer del mismo dueño, porque la cantidad de gente que se iba juntando era imposible acomodarla dentro de ese pequeño restaurant. Así que si quieren probarlo, si es recomendable que hagan reservación para que no les pase a lo que otros comensales que los sacaban con sus honores (y al frío) por falta de capacidad.
Es muy probable que todo el ambiente, el bullicio y el espacio te recuerden a cualquier fondita italiana. Para una cenita romántica está bueno aunque si no quieres que los de al lado se enteren de tu conversación, va a estar medio complicado porque las mesas están muy juntas unas de las otras, aunque supongo que es también parte del encanto del lugar.
Piccola Cucina
196 Spring St, Soho
New York City
One World Observatory
Tenía unos años de no venir a Nueva York pero a la parte del llamado Ground Zero o donde estuvieron las Torres Gemelas, no venía desde exactamente dos semanas previas al trágico 9/11.
En anteriores ocasiones deliberadamente no había querido pasear por Lower Manhattan y aunque en este viaje tampoco me animé a conocer el National Center Memorial and Museum, si fui con mi esposo a admirar la llamada Freedom Tower o One World Observatory, una gigantesca estructura que está erigida en una parte del original World Trade Center.
Este enorme rascacielos construido por el arquitecto David Childs es el edificio más alto de toda la ciudad de Nueva York y el sexto a nivel mundial. El rascacielos más alto es el Burj Khalifa y está en Dubai.
El mirador de One World Observatory es de 360 grados donde se puede admirar toda la ciudad desde el piso 102. Claro que hay ventanales más “ocupados” que otros, especialmente los que están justo frente el Empire States o los puentes de Manhattan y Brooklyn.
Los audífonos del puente
Cuando estás de viaje, así sea en una ciudad vibrante como es Nueva York, el clima puede ser un impedimento para hacer ciertas actividades sobre todo si no estás habituado a fríos bajo cero, a vientos casi huracanados y además llevando a una adoración de menos de tres añitos como acompañante.
Con todo y aquel amanecer grisáceo de marzo mi familia y yo nos fuimos a caminar sobre el Puente de Brooklyn, donde vimos que obvio no éramos los únicos paseantes, por allá andaba uno que otro corredor empedernido con las piernas al aire (brrrrr…)
Encontramos también algunas franjas repletas de esos candados de acuerdos amorosos pendiendo uno junto al otro, aquí con la peculiaridad de estar desafiando la gravedad por encima de los autos… y se ve que alguien olvidó el candadito pero dejó de recuerdo su par de audífonos. Total, la cosa era dejar huella.
La construcción del Puente de Brooklyn comenzó en 1870 y les llevó poco más de 13 años concluirlo. Fue un proyecto del ingeniero John Augustus Roebling quien por cierto no vivió para ver su obra terminada.
Las dos caras de Ala Moana
Honolulu tiene un centro comercial gigantesco, dicen que es la plaza comercial al aire libre más grande del mundo: Ala Moana Center.
Hay tantas tiendas en ese centro comercial que se pasan las horas sin darte cuenta. Un domingo como hoy, turistas y lugareños pasan ahí todo el día ya sea para comprar, comer, o disfrutar los diferentes espectáculos de canto y baile que se presentan.
Sin embargo, con sólo cruzar la calle y literalmente a pocos pasos de esta mole de marcas de lujo, Ala Moana tiene, también al aire libre, un oasis donde podemos disfrutar un espectáculo que la naturaleza presenta todos los días del año.
Eso sí, hay que llegar a tiempo porque los minutos parecen correr más rápido de lo normal en Ala Moana Beach Park. Los rayos con los que el sol despide el día, van coloreando el cielo y de lo único que tenemos certeza, es que en poco rato, el rey de los astros se habrá ocultado del otro lado del mar.
Plan de fin de semana… en Hawaii
Un plan que se me antoja mucho es estar cerca del mar (¿a quién no?) y mi recomendación para el fin de semana, es ir a una de las más populares playas en Honolulu: Waikiki Beach.
Aunque es una playa muy concurrida por surfers y turistas, siempre hay un lugarcito para tomar el sol y admirar el paisaje que ofrece este lugar con olor a coco y menta.
Si se animan a dar una caminata por los alrededores encontrarán uno de los primeros y más lujosos hoteles de Waikiki, el Royal Hawaiian Hotel, que abrió sus puertas en 1927. Seguro lo reconocerán porque es el único cuya fachada está pintada de rosa en su totalidad; hasta hoy día conserva el color de moda de la época en que fue construido.
La policía que cuida las calles y playas de Waikiki también decidieron apropiarse de un color muy particular y es que llevan una camisa “amarillo canario”, eso sí, muy prolijos, bien armados, van montados en bicicletas; generalmente los verán en grupos de más de cinco.
La playa es limpia, tranquila y segura. Se respira alegría y frescura desde unas cuadras antes de llegar. Y hay alguien que literalmente los recibirá con los brazos abiertos desde Kalakawa Avenue. Se trata de un morenazo, alto y de buen talante que casi siempre trae collares de flores a la mano. Señoras y señoritas: no se emocionen de más… les presento al Duke Paoa Kahanamoku, o mejor dicho, la escultura que erigieron en su nombre:
Entre otras cosas, este hombre, mejor conocido como el “Padre del Surfing internacional”, fue nadador, medallista olímpico, político, actor y verdadero héroe. Murió en 1968.
¡Qué ganas de darse una escapada!
Kewalo Basin
Insistí en bajar de nuevo a mi teléfono la aplicación de tours a pie, esta vez para Honolulu, para ver qué sugerencias me daba y lo que aparentemente quedaba más cerca era el muelle Kewalo Basin, sobre Ala Moana Boulevard. Digo aparentemente, porque tuve que andar un buen trecho para llegar hasta allá y con mi gorda a cuestas la caminata se volvió un poco más intensa.
Dicen que hace mucho tiempo, en Kewalo Basin los hawaianos hacían rituales sagrados. Hoy en día, lo que hay son embarcaciones para trasladarse hacia un islote por el Canal de Kewalo; ir de pesca; dar un paseo en yate o pasear por un pequeño parque. Es un punto de partida para tours en catamaran para ver el atardecer o hacer snorkel.
Kakaako Waterfront Park
Después de estar un rato por ahí, emprendimos nuestro camino hacia el Kakaako Waterfront, situado a lo largo de la costa. Quise llegar hasta allá porque al parecer los surfers lo llaman el “Point Panic”, pero al estar tan solitario la que sintió pánico fui yo, porque parecía no haber ningún oasis para comprar ni siquiera agua.
Kakaako Waterfront Park es lindo para caminar y pasar la tarde porque es bastante grande para hacer picnics y aunque, supongo es mucho más seguro que cualquier parque de mi ciudad de origen, no tuve la confianza para estar por ahí con mi hija mucho tiempo.
Noviembre con ritmo hawaiano
Después de casi doce horas de trayecto desde Ciudad de México, llegamos a un paraíso conocido como Honolulu. El cansancio se disipa tan pronto y se siente el delicioso clima de Hawaii, gracias a esa parte al aire libre que tiene el aeropuerto.
El ambiente que se siente es tan rico que hasta mi nena de meses parecía saludar a todos con un “Aloha” en cada sonrisa que iba regalando a la gente al pasar.
El primer reconocimiento fue en el área cercana al hotel, y no pude evitar decirme un “Wow!” mental mientras transitábamos por la Avenida Kalakahua, tan prolija y bien cuidada. Desde ahí no se ve aún el mar, pero sí a los surfers pasar con tabla y todo. Hasta las cabinas de teléfono están lindas y evocan a la flora de la isla.
Quien diga que Hawaii es para hacerlo sólo con coche, tiene razón… en parte. La verdad es que a mí me gusta mucho caminar y ahora con bebita a cuestas me tardo aún más por el peso de ella pues prefiero mil veces andar con el “cangurito” que con la carreola, pero debo decir que fue un placer pasear con mi nena.
Para variar mi esposo trabajó los primeros días de nuestra estancia allá, por lo que nosotras estuvimos prácticamente a nuestro aire toda una semana.
Lo primero que quise hacer fue comprarle un outfit a ella para estar en la onda floral, así que me fui al International Market Place, un mercado bastante grande con puestos de ropa de verano, souvenirs, collares de flores, pulseras, recuerdos y hasta gitana de la suerte para quienes estaban curiosos de adivinar su futuro.
Supe ahí que a las famosas camisas con flores multicolores, les dicen “Aloha Shirt” y son las típicas que los turistas compran de recuerdo en estas islas del Pacífico.
El Zoológico en Honolulu
Una de las atracciones de aquí es el zoológico y… ¡no es para menos! es un buen recorrido y con ese clima caluroso con lloviznas refrescantes que se tiene en Honolulu, si que se antoja visitarlo. Los niños disfrutan mucho el recorrido admirando a los animalitos que hacen siempre de las suyas.
Nosotras llegamos un poco temprano, así que muchos de los anfitriones estaban en plena siesta…
Más tarde ya había quien estaba tomando sol…
Algunas especies se veían por ahí charlando con las amigas…
Y la verdad es que todos fueron muy atentos…
Aunque no faltaron los chismosos…
La lluvia llegó y con ella la hora de la comida. Mi niña de cuatro meses esperaba su biberón de leche tibia, pero para mí las opciones no eran muchas. Como cualquier ciudad americana el platillo que más se vende son las hamburguesas y papas fritas, así que como la variedad eran tan poca, pues eso tuve que comer. Lo gracioso es que cerca de mi mesa había un inesperado amigo que estuvo muy cerca de nosotras todo el tiempo…
Y aunque había otras familias por ahí,él estaba justo detrás de nosotras, pegadito a la silla…
¡Era un pavorreal! pero yo creo que en su vida pasada fue un perro, porque se esperaba junto a mí a ver que migaja se caía para ir tras ella.
Aunque el pobre no era muy ágil y los pajaritos que rondaban también por ahí salían de todas partes para ganarle la comida que caía o que la gente aventaba al piso.
Parecía nuestro “perro-pavorreal” que al final terminó por comerse la mitad del pan de mi hamburguesa, que por cierto, no estaba tan buena.
En mi “Bucket List” está comocer Hawaii….Gracias por reafirmar mi inquietud por hacerlo pronto. Excelente trabajo.
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De nuevo gracias! tengo pendiente subir otras mas q tengo de Hawaii para acabar de reafirmar esas ganas de que vaya para alla 😉 saludos!!!
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